Biblia Sagrada

Reina Valera 2010

Marcos — Capítulo 8

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1. En aquellos días, siendo tan grande la multitud, y no teniendo qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

2. Tengo compasión de la multitud, porque son ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;

3. y si los envío en ayunas a sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos.

4. Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?

5. Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.

6. Entonces mandó a la multitud que se sentase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.

7. Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.

8. Y comieron, y se saciaron; y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete canastos.

9. Y los que comieron eran como cuatro mil; y los despidió.

10. Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.

11. Y vinieron los fariseos y comenzaron a altercar con Él, y tentándole, le pedían señal del cielo.

12. Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.

13. Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue al otro lado.

14. Y [los discípulos] se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.

15. Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.

16. Y cavilaban entre sí, diciendo: [Es] porque no tenemos pan.

17. Y como Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué caviláis, porque no tenéis pan? ¿No consideráis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?

18. ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?

19. Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y le dijeron: Doce.

20. Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.

21. Y les dijo: ¿Cómo es que aún no entendéis?

22. Y vino a Betsaida; y le trajeron a un ciego, y le rogaron que le tocase.

23. Entonces tomando de la mano al ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y poniendo las manos sobre él, le preguntó si veía algo.

24. Y él mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, caminando.

25. Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.

26. Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.

27. Y salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?

28. Y ellos respondieron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Alguno de los profetas.

29. Entonces Él les dice: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.

30. Y les apercibió que no hablasen de Él a ninguno.

31. Y comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, y ser rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.

32. Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro tomándole, comenzó a reprenderle.

33. Mas Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Quítate de delante de mí, Satanás; porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

34. Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

35. Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, éste la salvará.

36. Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?

37. ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

38. Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y perversa, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

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